Noche de Ronda

sábado, 29 de septiembre de 2012

Después del amor


  Después del amor

No pudimos ser. La tierra 
no pudo tanto. No somos 
cuanto se propuso el sol 
en un anhelo remoto. 
Un pie se acerca a lo claro. 
En lo oscuro insiste el otro. 
Porque el amor no es perpetuo 
en nadie, ni en mí tampoco. 
El odio aguarda su instante 
dentro del carbón más hondo. 
Rojo es el odio y nutrido. 

El amor, pálido y solo. 

Cansado de odiar, te amo. 
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo. 
Y un día triste entre todos, 
triste por toda la tierra, 
triste desde mí hasta el lobo, 
dormimos y despertamos 
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras, 
duros y plenos de encono, 
chocan en el aire, donde 
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan 
y ayer juntaban sus rostros. 
Soledades que en el beso 
guardan el rugido sordo. 
Soledades para siempre. 
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz, 
entrechocado, furioso.

Solitariamente atados 
por el amor, por el odio.
Por las venas surgen hombres, 
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga 
solitariamente todo. 
Huellas sin compaña quedan 
como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos, 
siempre a lo lejos la oigo, 
acompaña y hace ir 
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata 
este armazón espinoso 
de vello retrocedido 
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden 
secar los mares jugosos. 
Y el corazón permanece 
fresco en su cárcel de agosto 
porque esa voz es el arma 
más tierna de los arroyos:

«Miguel: me acuerdo de ti 
después del sol y del polvo, 
antes de la misma luna, 
tumba de un sueño amoroso».

Amor: aleja mi ser 
de sus primeros escombros, 
y edificándome, dicta 
una verdad como un soplo. 

Después del amor, la tierra. 
Después de la tierra, todo.

Miguel Hernández (1910-1942)

¡¡FELICIDADES A TODOS LOS MIGUEL!! 

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